sábado, 14 de marzo de 2009

Metiendo bulla (1982)

En 1982 se insinuaban vientos favorables para la reducida escena rockera colombiana. Al menos así lo entendían algunos grupos de Bogotá y Medellín que en ese año y el siguiente irrumpieron en los esquivos estudios de grabación, llamando la atención de la prensa "seria".

Así lo vio la revista Semana el 6 de septiembre de 1982, en este interesante reportaje que percibe el cambio generacional que experimentó el rock colombiano de esos años, a través de la visión de los integrantes de Kokoa y Crash. A pesar de las buenas intenciones de ambos grupos, el entorno alérgico al rock haría de las suyas y ambos larga duración nunca verían la luz, probablemente por el rechazo de los sellos discográficos a los bajos resultados en ventas de Traphico, Ship o Los Flippers.

El texto también nos muestra como en 1982 se recordaba a la generación pionera del rock colombiano y su época de oro.

Fe de erratas: (1) El citado concierto de Bill Halley fue en realidad en el Teatro Colombia (actual Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán); (2) La mención de Los Amerindios en un escrito sobre rock probablemente sea un error del autor queriendo referirse a Génesis; (3) El título del último trabajo discográfico de Los Flippers en realidad fue Llegarás.

METIENDO BULLA
De gafas negras y tenis blancos, los rockeros criollos llevan 20 años insistiendo en ablandar los oídos de los colombianos a punta de "ritmo duro"


No son bien vistas en Colombia. Golpes por un lado y otro, las sitúan como explotadoras de una cultura foránea, alejadas completamente de lo colombiano. Son las bandas de rock que, a pesar de todo, han tenido muchísimos éxitos tanto en presentaciones como en discos, pruebas que, en últimas, son su razón de ser. Su historia está llena de altibajos.

Hubo épocas que vieron actuar más de cincuenta agrupaciones, y uempos en los que sus integrantes vendían seguros, carros, o simplemente en los que retomaron sus postergadas carreras en las universidades colombianas.

Para ellos la cuestión de la autenticidad ha sido un problema que han tenido que resolver consciente o inconscientemente. Hacer un trabajo que tiene sus raíces en la juventud de los países anglosajones, no es precisamente un trabajo nacional 100%, menos aún si se canta en inglés. Ahora, cuando nuevamente están surgiendo docenas de bandas roncaroleras, se ve una postura algo diferente de la que existía hace quince años. Con nuevas influencias y con los trajes cambiados, estos integrantes de la música moderna se alistan para invadir el mercado nacional y hacer sus primeros pinitos en el internacional. Los nuevos nombres son Ship, Crash, Tranvía, Tráfico, Bsndido, Carroña, Kocoa.

Atrás quedan Terrón de Sueños, la Banda de Marciano, Belcebú, Fuente de Soda. Atras queda Vietnam, el 80% del mundo hippie, Los Beatles; y así se siga mirando a Inglaterra y Estados Unidos, las luminarias son otras: Talking Heads, The Cars, B-52, el rock fuerte y la filosofía punk.

COMO PASAN LOS AÑOS...

Tal vez fueron Bill Halley y sus Cometas quienes impusieron aquí la costumbre de las bandas de rock. Llegaron un día cualquiera de 1962 a presentarse en el teatro El Cid de Bogotá. El recinto casi no pudo con los cientos de engominados y de quinceañeras de cola de caballo que saltaron al ritmo del mejor twist del momento.

Fue el primer teatro que sufrió los sacudones, y los daños, de las rumbas modernas. Eran tiempos en los que soplaban vientos de esperanza y desesperanza para la juventud, que se devaneaba entre el nadaísmo y la posibilidad de cambiar el estado de cosas siguiendo el ejemplo cubano.

Paralelamente o de espaldas a esto, distintas agrupaciones trataban de interpretar los éxitos de los mismos Cometas, de Elvis Presley, de Chubbie Checker o de Chuck Berry. Los impulsores de esta música de "la nueva ola" eran los que radiaban los hits del momento. Carlos Pinzón, el presentador y alma de "El Club de la Televisión", era entonces jefe de la fanaticada de Radio 15 desde un espacio llamado "El show de los Frenéticos". Así se fueron formando bandas, que repitieron más o menos el mismo camino. Primero fueron intérpretes, luego tradujeron esas mismas canciones y más tarde terminaron por ser compositores. De aquí partieron los go-gó y ye-yés tropicales. En esta escuela se formaron Los Speakers, Los Flippers, Oscar Golden Harold, Lyda Zamora. Algunos de ellos, como es el caso de Los Speskers--quién no recuerda "El golpe del pájaro"--, sacaron más de siete "elepés" que hoy se venden a cien pesos en las realizaciones de las disqueras.

1982: UN VENTARRON

1982 es el año del rock colombiano. En este momento, están en proceso de grabación más de cinco discos. Unas bandas tienen ya quién les financie todo el proceso; otras se están encartando con pagarés y letras de cambio para poder sacar sus discos a finales de año en espera de que se las "descubra".

Aprovechándose de los buenos vientos, Ship, el grupo de Jorge Barco, sacará el próximo mes un larga duración para ser repartido aquí y en Europa. Se llamará "Born". Algunas organizaciones que ya se habían disuelto vuelven a salir, como es el caso de Los Flippers, la banda de Arturo Astudillo, que sacará "Llámame", en tres semanas. También se espera la reaparición de Los Amerindios, de corte andino.

Casi todos los grupos, excepción hecha de Los Flippers y Los Amerindios, cantan en inglés. Sus gustos musicales se inclinan por el rock de la línea dura, y algunos ven con agrado cierta decadencia del mundo punk angloalemán. Muy pocos de los integrantes de estas organizaciones se dedican tiempo completo a la música.

Como la gran mayoría de artistas colombianos, sus labores se limitan a los horarios fuera de oficina, y a los ensayos recortados por la necesidad del "pancomer". Algunos están de "copies" en las agencias de publicidad, dedicados a la profesión o simplemente de universitarios y vendedores de seguros.

Crash es un grupo que no se salva de esto, pero ha descollado por sus iniciativas en la composición musical, saliéndose de las determinaciones que presentan los modelos extranjeros. Sus integrantes provienen de campos dispares. Algunos de ellos se han dedicado al jazz y otros a la salsa.

Augusto Martello, el bajo y fundador del grupo, tiene un taller de diseño gráfico; Hernando Becerra, la guitarra acompañante, se dedica a la fotografía; Eduardo "Sardino" Acevedo, la batería, es negociante de carros, y por último, Randy Keith, la guitarra líder y la voz principal, vive apenas de lo que deja la música.

La banda se formó hace seis años cuando se encontraron Augusto y Randy, un hawaiano de nacimiento, japonés de madre, irlandés de padre y paisa de matrimonio. Randy venía de ganar un concurso en Miami cuyo premio era una semana en Bogotá. En ese tiempo las agrupaciones estaban en un reflujo y el futuro se veía algo triste.

A fuerza de cantar en discotecas y en certámenes públicos, pidiendo la financiación de su música, llegaron a ser un grupo cotizado que está grabando un disco con salida internacional. "Crash" es el título de su primer elepé, que incluye muchos ingredientes latinoamericanos con una base rocanrolera. "Queremos tomar la filosofía de la música del Caribe, del reggae, por otro lado, del tango. Nosotros hacemos una mezcla de ritmos, e inclusive colocamos la bulla de la gente" dice Augusto Martello. Sus canciones son alegres y repletas de humor, "mamagallistas" repite el bajo.

Como la gran mayoría de las organizaciones musicales rocanroleras, Crash no tiene una ideología política, un pensamiento netamente colombiano. Son rebeldes a su manera. La música es para ellos un escape, "el único escape por el cual no estamos locos". Se sienten apolíticos y podrían tocar tanto para Alvaro Gómez como para Molina, siempre y cuando cancelen lo correspondiente.

METAL PESADO

Sin duda el conjunto profesional más joven que tiene el país es Kocoa. Sus integrantes hace poco compartían los pupitres en el Gimnasio Los Cerros. Del conjunto que se formó para representar el colegio en los diferentes concursos de murgas, salió un equipo profesional que ensaya todos los días y que cobra a la par que Crash o Ship.

Con un promedio de edad de diecinueve años, todos alternan los estudios universitarios con la música. Peter Schroeder, el fundador de Kocoa, es guitarra líder y estudia ingeniería electrónica en la Javeriana. Juan Armengol lleva la guitarra rítmica y estudia publicidad en la Tadeo. Juan Carlos González es el bajo y estudia economía en la Javeriana. Carlos Ferreira, el baterista, está en tercer semestre de economía en los Andes.

En este momento tienen un disco sencillo que produjeron ellos mismos y que distribuyeron a través de canales personales. Se vieron a gatas para conseguir los $250.000 que costaron las dos canciones que grabaron. Ahora están viendo dónde consiguen el millón de pesos que necesitan para sacar un larga duración, "The burial of the death"--el funeral de la muerte--. A las canciones les falta la grabación y la impresión porque los arreglos musicales necesarios ya están hechos.

Son un poco más radicales que Crash, pues hasta ahora no han querido cantar en castellano. "Cantar rock en español es como cantar vallenatos en inglés. Algo muy corroncho" dice Peter. Es música dura, es el "heavy metal", el metal pesado, una música bastante agresiva con algunos antecedentes punk. Pelean contra algunas inhibiciones, contra la falta de autenticidad de la juventud, pero no tienen ideología política, ni religiosa.

"No nos gusta meterle a la gente modos de pensar, simplemente cantamos para estar bien transmitir un "feeling" al público.

Crash y Kokoa, dos grupos que buscan la internacionalidad, pues como dice Augusto Martelo, "el rock'n roll es como los jeans, una forma universal de expresarse"

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